Ahora sólo me queda
sentarme a observar al mundo
y ver como se las arregla sin mi.
Ver al enamorado perder la cabeza,
y conservar la mía bien puesta,
en este yunque que llamamos cuerpo.
Desde aquel momento que mi destino
quiso, violenta y presurosamente,
abandonarme hacia lo incierto,
convirtiendo mis certezas
en un muro de mentiras,
he tenido que sentarme a repasar.
No es de extrañar,
que tal giro me ha extraviado de mi eje,
y yo tenga que aferrarme
a algún silencio de referencia.
anclandome, súbitamente,
anclandome, súbitamente,
en el desparramo que es ahora mi vida.